"De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es..."(2 Coríntios 5:17)
Cuando yo estaba en África del Sur, un
holandés educado, de buena apariencia, entró en la iglesia donde yo predicaba
un sermón y Dios habló a su corazón, mostrándole todo su pecado.
En la mañana siguiente él fue a la bella
casa de otro holandés y le dijo:
"¿Reconoce este viejo reloj?"
"Sí", contestó el otro, "éstas son mis iniciales.
Este reloj es mío. Yo lo perdí hace ocho años
atrás. ¿Como él fue parar en sus manos?
¿Cuánto tiempo lo ha tenido usted?"
"Yo lo robé", fue la respuesta.
"¿Y por qué usted lo vino a
devolver ahora?
"Yo me convertí ayer por la noche.
El Señor entró en mi corazón", "y fue la primera cosa que yo quise
hacer esta mañana.
Si usted viviera más cerca yo lo habría
devuelto ayer mismo."
Muchas cosas maravillosas acontecen
cuando abrimos el corazón para el Señor.
Todo se transforma en nuestras vidas y el
horizonte que se abre a nuestra frente nos llena de goce y placer.
Cuando el Salvador nos alcanza, somos
transformados. Y si no lo somos, entonces, en verdad, no fuimos alcanzados.
Cuando Cristo pasa a ser el Señor de
nuestras vidas, todos lo perciben.
Nuestro rostro muestra una espléndida
sonrisa, nuestras palabras esparcen vida por los caminos por donde pasamos,
nuestras manos están siempre listas para ayudar el prójimo, y si hay un
ambiente tomado por sombras oscuras, nuestra presencia lo alumbra
completamente.
¡Cómo es bella nuestra vida después de
la transformación!
Las incertidumbres son sustituidas por
fe; la angustia por paz; la indiferencia por un amor verdadero; nuestro caminar
a la deriva por una certeza de dónde anhelamos ir y llegar.
Fui transformado. .. y no quiero volver
jamás a lo que era antes.
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